Alas Blancas

Ahriel estaba sentada en el columpio de madera situado en el exterior de su casa bajo los primeros y cálidos rayos del sol de la mañana. Su hijo Zor había ido al mercado, a buscar verduras para la cena de aquella noche, acompañada de su mejor amiga, un engendro llamado Cosa.
Habían pasado 10 años desde que Ahriel visitara Aleian por última vez. Desde entonces, había vivido con Zor y Cosa en Kaie, un pequeño poblado varios días al norte de Karish habitado por gentes simpáticas y agradables y con una gran prosperidad económica. Habían sido diez años maravillosos, en los que la compañía de su hijo y de ese engendro a que había acabado acostumbrándose, a pesar de su desprecio hacia aquellos seres. Su estancia en Gorlian le había mostrado que esas criaturas eran destructivas y malvadas, sin sentimientos, que se lamentaban por el mero hecho de vivir, ya que para ellos su existencia constituía una larga y dolorosa agonía. Todos los engendros eran así, todos salvo Cosa y Shalorak. 

Krabat y el molino del diablo

Parte 1

Habían pasado dos años desde que Krabat había abandonado el molino de Koselbruch. A los pocos meses de abandonarlo se había casado con la Cantora, que se llamaba Emma, con la que tuvo un niño y una niña, mellizos. Una vez por semana se reunía con los que habían sido los mozos del molino, sus camaradas, para rememorar viejos tiempos. Recordaban con desprecio al maestro, con nostalgia a Tonda y a Michal y, con miedo, al señor compadre. Nadie sabía qué había sido de él tras la destrucción del molino, pero nadie le daba importancia, ya que todo aquello había pasado hacía mucho tiempo.
Cuando había verbena en Swarzkollm, Krabat acostumbraba a llevar a su esposa y a sus hijos de un año y se quedaban cantando y bailando desde que empezaba, al medio día, hasta la puesta de sol. Para Krabat las cosas no podían ir mejor. 

Una noche de luna nueva Krabat y Emma estaban dando un tranquilo paseo por Swarzkollm. Habían dejado a sus hijos con Lyschko, como hacían cada vez más frecuentemente. Lyschko, por muy raro que resulte, se había convertido en uno de los mejores amigos de Krabat, ya que parecía haber cambiado tras el abandono del molino. Él no estaba casado, aunque sí prometido con una chica de Maukendorf. Ya era un hombre maduro, responsable y honesto. Alguien en quien se podía confiar. 
El paseo estaba resultando muy agradable. Una suave brisa les acompañaba desde que habían salido de casa. Solo se oía el canto de los grillos y de algún búho que ululaba por los alrededores. Krabat y Emma disfrutaban de los sonidos de la noche, que los envolvían provocándoles una sensación de paz y tranquilidad. De repente se oyó una explosión a sus espaldas y una bola de fuego ascendió al cielo. Krabat y Emma corrieron a ver qué era lo que había pasado. Cuando llegaron al lugar del accidente, comprobaron, con horror, que su casa estaba en llamas. 

 - ¡Mikel, Lily! ¿Dónde estáis?- Gritó Emma a sus hijos. 
 - ¡Mikel!- Rugió Krabat mientras se dirigía corriendo hacia su casa:-¡Lily!

Antes de que Krabat llegara a la casa, Lyschko salió de ella sujetando a los dos bebés, uno en cada brazo, con una sonrisa malévola en los labios. 

  - ¡Lyschko! Gracias por salvarlos- Dijo Krabat corriendo hacia él con los brazos abiertos. Sin embargo, cuando estuvo a una corta distancia de él, se paró en seco. No podía moverse. Tenía el pie pegado al suelo, y por mucho que intentara avanzar no lo conseguía.- Lyschko, que demonios...
 - ¿Te gusta mi círculo de protección mágico, Krabat?- Bramó Lyschko

Krabat lo miró sin comprender
 -¿¡Qué pasa aquí, Lyschko!? ¡Devuélveme a mis hijos! 

Una figura con un gorro sobre la cabeza ardornado con una pluma roja salió de entre las llamas. Cuando habló, su voz sonó como carbones al rojo y un frío crepitante.

- Vaya vaya... Krabat si mal no recuerdo ¿Verdad? Veo que ya conoces a mi discípulo... El nuevo molinero de Koselbruch.
- Krabat ¿Quién es ese?- Preguntó Emma, el miedo era patente en su voz.
- Emma, querida... Ese es el compadre. Venía todas las noches de luna nueva al molino. Tenía un pacto con el maestro...
 - El mismo que tiene ahora conmigo, Krabat.- Interrumpió Lyschko. - Soy el nuevo molinero de Koselbruch. El señor compadre rehizo el molino con un conjuro. Ahora estoy en busca de mis aprendices, para luego sacrificarlos en la noche de San Silvestre por otro año más de vida... y todo eso que ya sabes.
 - ¿Por qué, Lyschko? Pensaba que habías cambiado. 
 - Y lo hice, solo que hace cuatro semanas exactamente, el señor compadre se me presentó ofreciéndome hacer magia de nuevo a cambio de tener mi vida ligada a los aprendices de la Escuela Negra. 
 - ¿Es que acaso quieres acabar como el maestro? 
 - Ay, pobre Krabat, que equivocado estás... -Dijo tendiéndole al bebé al compadre. Éste se quitó la pluma del sombrero y tocó con ella a Mikel, quien empezó a aumentar de tamaño y a envejecer a una velocidad de vértigo. 

En cuanto el hechizo paró, Krabat y Emma observaban a un chico de catorce años, que se miraba atónitamente a sí mismo. Tenía el pelo rubio, como sus padres, los ojos azules como su padre, aunque su cara se parecía a la de su madre. El compadre lo agarró de un brazo y, tras poner de nuevo la pluma en el sombrero, arrojar a Mikel a la parte trasera de su carro y subirse al pescante, dio un latigazo a los caballos que tiraban del carro, que se elevaron hacia el cielo desapareciendo en un espeso mar de nubes. 

 - ¡Mikel!- Gritó Krabat intentando atravesar la protección mágica de Lyschko para sujetar el carro y rescatar a su hijo, pero la magia del traidor era fuerte y lo único que pudo hacer fue observar impotente como se llevaban a su hijo- ¡Mikel!
 - Olvídalo, Krabat, no te oirá. 
 - ¿¡Qué le has hecho, Lyschko!?- Preguntó Krabat lleno de furia.
 - ¿Yo? ¿Es que estás ciego?- Dijo Lyschko son sorna- Yo no le he hecho nada, ha sido el compadre, que gentilmente me ha cedido el aprendiz que me faltaba. Ha hecho lo mismo que con los demás aprendices, solo que los otros no tenían padres. ¿Ves por qué no acabaré como el maestro? Todos son bebés convertidos en adolescentes por la magia. Acuérdate de que un bebé no conoce a ninguna chica capaz de romper mi acuerdo con el compadre.
 - ¿Y por qué yo, eh Lyschko? ¡Por qué yo! - Krabat no entendía nada. Lyschko había sido un traidor y un hipócrita cuando él y Krabat eran los jóvenes mozos del molino a las órdenes del maestro, pero parecía que esa parte de él había muerto con el molinero. Como tenía ante sus ojos, no era así. 

 - Tú derrocaste al maestro, por lo tanto tú debes pagar el precio. Verás  Krabat, como bien sabes el maestro tenía un trato con el señor compadre. Cada año moriría uno de sus estudiantes si el quería ver salir el sol doce meses más, y si no él mismo moriría. Bien, el compadre dependía y depende de esas muertes anuales, si no él también morirá. El es el gobernante de una secta llamada La Cofradía Negra, formada por doce molineros cuyos molinos son Escuelas Negras, proporcionadas por el compadre. Cada uno de esos molineros tiene doce mozos a su servicio, de manera que una vez al año, sacrifiquen uno para así transferir su fuerza vital al compadre y que este viva un año más proporcionando magia tanto a maestros como a alumnos. Y cuando uno de los molineros muere, su estudiante más fiel es recompensado con ser el siguiente miembro de la cofradía y propietario del molino de su antiguo maestro y el causante de su muerte debe entregar a su primogénito como uno de los aprendices del nuevo molinero. 
 - Pero si mi primogénita es Lily... Nació quince minutos antes que Mikel
 - ¿Es que tus años en Koselbruch no te enseñaron nada? Son "mozos" del molino, no "mozas". 
 -¡Devuélveme a mi hija entonces!- Suplicó una sollozante Emma. 
 - Será un placer, bella dama, extended vuestros brazos, pues.- Y lanzó a la niña a los brazos de Emma, quien echó a correr para cogerla, y por poco no lo consigue.

Entonces, a Lyschko le salió plumaje en los brazos, su boca se transformó en un pico y su tamaño disminuyó, mientras adquiría la forma de  un cuervo negro y echaba a volar en dirección a Koselbruch mientras se deshacía la barrera mágica, ahora inservible. La gente del pueblo había contemplado la escena con horror y se habían quedado paralizados, aunque algunos ya cargaban con cubos de agua dispuestos a apagar las llamas de la casa. 
Krabat no se lo pensó dos veces, él también se puso a ayudar, incluso con más afán que los demás, << Al fin y al cabo, es mi casa >> pensó. 
Mientras, Emma sollozaba junto a su hija, viendo como, a pesar del esfuerzo de los pueblerinos, el fuego devoraba su casa, sus llamas lamiendo las paredes y el tejado.
Entonces Krabat dejó los cubos vacíos en el suelo y gritó:

 - ¡Te lo haré pagar, Lyschko!- Prometió. El eco de sus palabras resonó como un relámpago en la noche. 


Tres días más tarde, Krabat fue al molino de Koselbruch a buscar a su hijo. No fue solo, pues el resto de los mozos del molino lo acompañaban. Al vivir en los pueblos vecinos, (Maukendorf y sus alrededores), no había sido difícil para Krabat reunirlos a todos en tan poco tiempo. No pusieron ninguna pega para acompañar a Krabat; todos querían ir, todos querían librar a aquellos jóvenes del fatal destino que tenían que sufrir. Caminaron durante horas por el bosque que había entre Swarzkollm y Koselbruch. Krabat aprovechó entonces para recordar la primera vez que pasó por allí, cuando era un joven chico de catorce años, aquel dia de un crudo invierno a principios de año. De aquella solo era un pobre huérfano, simplemente con dos amigos igual de pobres que el que recorrían las casas en busca de limosna. Aquella llamada al molino había sido entonces una gran bendición. Ahora, con su hijo posiblemente al borde de la muerte, Krabat desearía no haber conocido nunca el molino de Koselbruch. 
De repente, Krabat se dio cuenta de algo ¿Como era posible que caminasen durante horas por el bosque cuando el tramo que había entre Swarzkollm y Koselbruch se recorría en unos minutos? 

- Nos está confundiendo- Murmuró Krabat
- ¿Como dices?- Le preguntó Hanzo? 
- Lyschko está utilizando su magia para confundirnos, como hacía el maestro para que no huyéramos del molino. ¿No os dais cuenta de que deberíamos haber llegado ya? 
- Tienes razón- Dijo Andrusch soltando una maldición.- Es inútil seguir caminando, no conseguiremos llegar. Es mejor dar la vuelta y pensar en otra forma de alcanzar el molino. 

Estas palabras surtieron el efecto de un puñal en el corazón de Krabat, quien enrojeció de ira, y levantando a Andrusch del suelo por el cuello de la camisa, le gritó:

- ¡Cómo que otra forma! ¡No hay otra forma! ¡Lo que hay que buscar es un remedio o algo parecido, un sortilegio que nos ayude a protegernos de su magia! ¡Tiene que haber algo! 
-¡Vale, Krabat, vale, pero no me agarres así de la camisa! - Se quejó su amigo mientras sentía que se quedaba sin aire.

Krabat, aún enfurecido y ofendido por el comentario de Andrusch, le dejó en el suelo bruscamente, con una mueca de desprecio en el rostro.

 - No hay nada que el maestro nos haya enseñado a hacer, Krabat -señaló apesadumbrado Juro - Ninguna de sus clases trataba sobre acabar con ese conjuro, de lo contrario podríamos haber escapado sanos y salvos mucho tiempo antes de que Emma nos liberara.
 - No, efectivamente no hay nada que el maestro nos haya enseñado para deshacer ese conjuro, pero es posible que el maestro sí que lo sepa. -Sugirió Hanzo- y, en este caso sí que conocemos el conjuro que puede ayudarnos. ¿Os acordáis del conjuro de la "travesía del espíritu"? Aquel que nos permitía traer a espíritus desde el más allá a este mundo. Podríamos utilizarlo para traer de vuelta al espíritu del maestro e intentar sacarle la información que deseamos.
 - Ya, ¿y qué te hace pensar que nos la va a dar así como así? 
 - Hay algo que todos los muertos desean por encima de todo y por ese algo estarían dispuestos a dar cualquier cosa. 
 - Y esa cosa es... 
 - Volver a vivir 
 - ¡NO!- Rugieron todos al mismo tiempo. Todos salvo Krabat. 
 - Lo siento, chicos, pero se trata de mis hijos. Yo voy a intentar lo del conjuro. Al qué le parezca bien, estupendo, y al que le parezca mal, que no se entrometa. 
 - Krabat, lo sentimos pero te lo vamos a tener que impedir. No podemos dejar que el maestro vuelva. -Dijo Staschko. Entonces, todos se empezaron a acercar amenazadoramente a Krabat, formando un círculo alrededor de él. 
 -¡Esperad!- Suplicó Krabat - ¡Son mis hijos!, ¡Si fueran los vuestros también querríais salvarlos a toda costa! ¿Me equivoco? Por favor, sois mis amigos, no sé a quién más recurrir. No me falléis, por favor... -Y empezó a llorar.
 Los muchachos se detuvieron y observaron con pena a Krabat. "Tiene razón. Sus hijos son lo más importante para él, y Krabat confía en que nosotros le ayudemos porque él nos ayudaría gustoso si nos encontráramos en una situación similar" pensó Hanzo, y así se lo transmitió a sus compañeros. Tras un largo discurso y una larga discusión, todos fueron, poco a poco, mostrando su aprobación. 

- Krabat, nos tienes a tu disposición. -Dijo un sonriente Hanzo- ¿Cuándo empezamos? 

Alas Blancas

Ahriel estaba sentada en el columpio de madera situado en el exterior de su casa bajo los primeros y cálidos rayos del sol de la mañana. Su...