Alas Blancas

Ahriel estaba sentada en el columpio de madera situado en el exterior de su casa bajo los primeros y cálidos rayos del sol de la mañana. Su hijo Zor había ido al mercado, a buscar verduras para la cena de aquella noche, acompañada de su mejor amiga, un engendro llamado Cosa.
Habían pasado 10 años desde que Ahriel visitara Aleian por última vez. Desde entonces, había vivido con Zor y Cosa en Kaie, un pequeño poblado varios días al norte de Karish habitado por gentes simpáticas y agradables y con una gran prosperidad económica. Habían sido diez años maravillosos, en los que la compañía de su hijo y de ese engendro a que había acabado acostumbrándose, a pesar de su desprecio hacia aquellos seres. Su estancia en Gorlian le había mostrado que esas criaturas eran destructivas y malvadas, sin sentimientos, que se lamentaban por el mero hecho de vivir, ya que para ellos su existencia constituía una larga y dolorosa agonía. Todos los engendros eran así, todos salvo Cosa y Shalorak. 

Alas Blancas

Ahriel estaba sentada en el columpio de madera situado en el exterior de su casa bajo los primeros y cálidos rayos del sol de la mañana. Su...